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El jardín que vuelve a brillar

  • jardineriaenlascor
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura

Hay momentos en los que miramos un jardín y sentimos que perdió algo. Un brillo, un esplendor, esa vibra viva que alguna vez supo tener. Es fácil pensar que algo se apagó, que lo que fue ya no vuelve más.

Pero basta esperar un poco —un ciclo, una estación, un gesto del sol— para descubrir que, silenciosamente, el jardín estaba preparando su regreso.



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Quise escribir sobre esto porque estos días, mientras recorría mi propio jardín, me encontré sorprendida:


había vuelto a estar hermoso… incluso más que antes.


Y entendí que su transformación no era azar:


las plantas cambian, se repliegan, se toman tiempo para crecer hacia adentro antes de expandirse hacia afuera.



En mi jardín conviven especies nativas, plantas tolerantes a la sequía, variedades preheladas y otras que voy probando con esa curiosidad eterna que traigo desde el vivero. Son jardines de bajo mantenimiento, sí… pero no de bajo movimiento interno. Cada planta tiene un pulso, un ritmo, un modo de ir y venir.



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Y ahí entendí algo más profundo:

En la vida pasa lo mismo.


No la vida romántica, sino la vida que late en nuestras pasiones e intereses, la que se vincula con nuestra vocación, con lo que elegimos mirar, con lo que nos hace avanzar.


A veces creemos que una etapa se terminó. Que algo dejó de florecer. Que ya no va a volver eso que fuimos, o eso que sentimos.


Pero muchas veces no es un final: es una pausa natural del proceso.




Las plantas lo hacen sin drama ni culpa: se repliegan, se silencian, reorganizan su energía… y cuando encuentran su momento, regresan mejor. No iguales: diferentes, ampliadas, valientes.


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El sol también lo hace.


Todos los días quiere volver a ocupar su lugar.

Cambiando horizontes, trazados en la misma línea.

A veces queda más bajo, a veces más tibio, otras más intenso.

Pero vuelve. Siempre vuelve.


Y a lo largo del año recupera su altura, su fuerza, su claridad.


Así también pasa con nuestros impulsos creativos, que incluso en calma sigue siendo nuestra manera de estar vivos.



Tal vez nosotros también tengamos esa posibilidad: la de renacer, incluso si antes hubo sombras, cansancio o dudas. La de volver distintos, enriquecidos por todo lo que pasó mientras parecía que “nada pasaba”.




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Y tal vez ahí esté la magia del jardín:

que nunca termina.


Que siempre tiene una nueva versión por mostrar.


El jardín sigue su ciclo. Y uno aprende a mirar con paciencia lo que está a punto de volver.


Porque nada se queda quieto.


Todo encuentra su momento para crecer.









María de la Paz Cantarelli

Paisajista












 
 
 

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